El amor en tiempos de bits

¿Es posible enamorarse a través de internet?

 

“Romeo, Romeo. Aquí está el licor. Bebo por ti.”

de “Romeo y Julieta” William Shakespeare (1564-1616).

 

            Si Fray Lorenzo y Romeo hubieran tenido una netbook y ya estuviera implementado el G3, podrían haber efectuado una videoconferencia acordando la farsa de la muerte de Julieta y se hubiera cambiado el final trágico de la historia.

            Pero no, eran otros tiempos. La información no corría tan rápido entre dos puntos del mapa global aunque la comunicación, como es humana, era tan confusa y equívoca como en estos días.

            Nuestra esencia permanece intacta e inamovible desde que en nuestras cabecitas se diseñaron las estructuras de comunicación simbólica, es decir, el lenguaje, a través de medios que nos permiten asumir la existencia de cosas que no vemos ni tocamos, y que éstas mismas nos produzcan movimientos racionales, afectivos y emotivos.

            Algo que no vemos ni tocamos, pero juramos con nuestra vida que existe, es el amor. Juramos por nuestra vida que amamos a alguien, aunque no esté presente. Juramos por nuestra vida que “tal” o “cual” es, fue y/o será, el amor de nuestra vida.

            Cuando salimos a la calle en el crudo invierno, podemos sentir el frío, pero al meternos en la calentita habitación de nuestro hogar, a pesar de seguir siendo invierno, sentimos calidez…

            Cómo se explica que aunque la persona amada esté lejos, o ya ni siquiera exista, mi estómago siga poblándose de maripositas que me dejan sin aliento, y el pecho se me colme de una sensación de plenitud, sólo por pensar en el amado ser que extraño…?.

            Evidentemente este amor, no está basado en signos de realidad inmediata. No es algo material que necesite ver, oír o tocar, para poderlo sentir, lo que implica que esa carga de  sentimientos y sensaciones tan fuertes se originan, crecen, viven -y a veces se padecen- muy muy dentro de mi alma, mi espíritu, mi mente, mis deseos..? …mis fantasías…?.

            Si lo que siento por mi ser amado sólo yo puedo percibirlo en mi mente y en mi cuerpo (a veces las maripositas, son hormiguitas también…) desde cierto punto de vista, si bien es algo definitivamente real para mí, está motorizado desde mi interior. Y todo lo que surja desde mi interior expresará en mayor o menor medida ciertos elementos de mis propias ilusiones, de lo que soy realmente, y que, como uno no puede verse con objetividad a sí mismo, suele encontrar en ese ser amado.

            Más que enamorarnos de un “otro”, depositamos muchas de nuestras fantasías internas en ese otro, en un lugar donde podemos verlas reflejadas y donde vamos regándolas día a día viéndolas embellecerse y crecer. Por eso, cuando perdemos a alguien amado, se pierde para siempre una parte de nosotros mismos, esa que cultivábamos en y a través del otro, y que ya no estará más en el mundo, ni siquiera en la experiencia de un nuevo amor.

            Partiendo de este punto de vista, cultivar el amor no necesita de la presencia de un jardín, ya que nuestra capacidad simbólica nos permite crear un vivero, un bosque, o lo que queramos (a veces, “podamos”) en presencia o ausencia del ser amado, con la ventaja de que hoy podemos enviarle un “tweet”, o dejarle un mensaje en su muro de Facebook al primer momento de sentir lo que sintamos.

            Desde el inicio de los tiempos, las personas nos comunicamos, interactuamos, creamos y recreamos nuestro mundo interior a partir de esa interacción con los demás. Lo hemos sabido hacer en la antigüedad de la oralidad, nos adaptamos a la Era Gutenberg a través del lenguaje escrito, aprendimos a usar el teléfono, la radio y la televisión para intercambiar, informar y para decir “te amo” también.

            Qué ha cambiado en eso de amar?.   Sólo el vehículo, la herramienta de comunicación, pero ésta es tan novedosa y alucinantemente veloz, que todavía no terminamos de adaptarnos a esta nueva vía y la utilizamos con montañas de prejuicios, impregnados de los métodos de las antiguas herramientas comunicacionales.

            Y, sí, asumir la velocidad de los tiempos que corren y los cambios que la tecnología impone a la hora de comunicarnos, como generar, mantener y profundizar las relaciones afectivas a través de estos nuevos canales, es algo difícil. La inercia mental nos hace posicionar en que “más vale lo viejo conocido que lo bueno por conocer”.

            Seguimos y seguiremos siendo –por esencia-  tan vulnerables y apasionados como Romeo y Julieta. El mensaje no ha cambiado, ni nosotros tampoco. Habrá que ir pensando en subirse a los nuevos medios de transporte para alcanzar nuestro objetivo de “encontrar” al otro.

            Finalmente “sólo se trata de vivir, ésa es la historia, con un amor, sin un amor, con la inocencia y la ternura de todos los días”, no importa si lo que digas alguien lo  ha enviado alguna vez por medio de una paloma, otro lo plasmó en un libro, más tarde en un video, y vos ahora decidís expresarlo a través de los kbps.

            “A lo mejor, resulta bien”.